El pensamiento antropológico y cultural de Gunter Rodolfo Kusch

 
El pensamiento antropológico y cultural de Gunter Rodolfo Kusch

INTRODUCCIÓN

En este trabajo me propuse investigar el pensamiento antropológico y cultural desde la perspectiva del filósofo y antropólogo Gunter Rodolfo Kusch (1922 – 1979) quien le asigno un papel importante a la literatura para la comprensión del pensamiento de América reflexionando en conjunto con otros autores argentinos. Decidió abrirse un camino propio indagando su trasfondo existencial, perfilándose como el gestor de un pensamiento desde el continente americano redescubriendo lo más oculto de nuestra propia cultura.

Fue un pensador homogéneo, que asumió la identidad americana y lo condujo desde la filosofía al terreno de lo antropológico, y de allí a la antropología filosófica. Con su grabador y su cámara fotográfica recorrió el noroeste argentino rumbo al altiplano, siguiendo la huella del pensamiento precolombino. Tuvo la tarea de desocultar aquella filosofía poniéndola en diálogo con las corrientes tradicionales. Así fue que  en 1953 inauguró una prolífica bibliografía con “La seducción de la barbarie”, una obra fundamental, de contenido filosófico-ontológico.

Tras el golpe de Estado de 1955, comenzó a vincular el sentido de sus reflexiones con la base existencial del peronismo. Sin embargo, su identificación partidaria no aparece a modo de proclama sino que es expresada naturalmente en medio de una variada gama de realidades americanas.

Su crítica nos interpela en tanto buscamos causas que expliquen nuestros aparentes fracasos y su inquietud americana apuntó hacia lo universal e intentó así recuperar aspectos de un mundo que creyeron vencido bajo el cemento de los grandes conglomerados urbanos, pero que aún conserva el poder de explicarnos como pueblo.

En plena evolución de estas ideas se hallaba Rodolfo Kusch, cuando en 1976 la dictadura cívico-militar lo expulsó de la Universidad Nacional del Salta, donde además de ejercer la docencia dirigía la carrera de Filosofía y el Servicio de Relaciones Latinoamericanas. En principio, me produjo una gran empatía su propio testimonio de vida que no hace sino confirmar lo que encontramos a lo largo de sus libros: abandonó el mundo académico y se fue a vivir a Maimará, pequeña población de la Quebrada de Humahuaca, para tomar contacto con los pueblos originarios. La cuestión indígena dejó de ser para él un objeto de estudio y se convirtió en parte de él mismo.

Borró esa barrera artificial creada por la cultura moderna y desde allí utilizó las herramientas intelectuales aprendidas en el campo donde había nacido para ponerlas al servicio de un “pensamiento americano”.

El propósito de este trabajo es analizar las condiciones que caracterizan a las formas de pensar para poder acceder a una interpretación de nuestra cultura, hondar en sus conceptos poniendo especialmente énfasis en la cultura y la identidad, para pensar y pensarnos en esta parte del mundo.

PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA Y CULTURAL

A pesar de la constante presencia de lo indígena en sus escritos, su trabajo es filosófico, no habla de una reivindicación social y política del indígena. Comprendió que en esta América mestiza tanto el indígena como el hombre moderno son abstracciones: el hombre real del que Kusch habló es el que encontró en el pueblo, ni totalmente moderno ni totalmente indígena (Pérez, 2003).

 Quiere rescatar, haciendo visible, una forma de estar en el mundo que sobrevivió a la modernidad colonial para replantear desde allí una epistemología alternativa. Afirma, piensa y habla desde una forma concreta de estar en el mundo, la americana. Es consciente de que un camino de descolonización deberá partir desde allí ya que las corrientes civilizatorias solo han portado nuevas formas de colonialismo, pero este planteo es epistémicamente muy radical. Hay pueblos que solo creen en dioses, dirá Kusch (2000c), y otros solo en la economía, pero en América los encontramos a ambos y no siempre conviviendo en armonía. 

En general, por los procesos coloniales y las corrientes civilizatorias que vinieron con ellos pero perduraron en la época independiente, el mundo de la economía y de los objetos ha intentado desterrar lo simbólico, siguiendo un patrón al principio impuesto desde fuera, pero luego interiorizado por las elites políticas e intelectuales locales. Sin embargo, ambos conviven en América, introyectados en sus habitantes.

Para Kusch, en América no hay un dominio de la naturaleza por parte del hombre (progreso), sino una intemperie, una naturaleza que tiene un carácter teológico porque hace sentir al hombre a merced de la ira de Dios y a la larga lo domina. El pueblo reconoce esta situación, y sabe vivir en ella. El americano aprende a vivir en esa inestabilidad, recurriendo a un horizonte simbólico como lo único “estable” (pero fuera del mundo de las cosas y los objetos). El resto es estar en exposición al destino y de allí algo que podría ser leído como inacción e interpretado como pereza, que junto al caudillismo constituyen dos rasgos distintivos de la inmensa “inconsciencia social” de América, y de los cuales nace una consciencia específica y novedosa (Kusch, 1997).

En su intento de inversión de la epistemología occidental, mientras trabaja en el terreno, Kusch no enfrenta al otro como un objeto sino que intenta ver, sentir y pensar con él y sobre lo que él causa en su propio pensamiento, buscando significados que a su vez sirven para clarificar lo que está ocurriendo dentro del horizonte simbólico que enmarca la cultura.

 Desde allí intenta escribir su filosofía, a la vez que propone un nuevo punto de partida para la filosofía americana que, rompiendo con los principios disciplinarios y el monolingüismo de las lenguas hegemónicas del conocimiento, comience a dar cuenta de lo que ocurre en América. El desafío del americano no es el de una filosofía que le diga todo lo que se tiene que hacer, sino de una que, a medida que se va realizando, vaya descubriendo las áreas que la colonización ha suprimido. Este punto es desarrollado en “Esbozo de una antropología filosófica americana”, libro en el que Kusch elabora una teoría de la alteridad mientras reflexiona cómo se resuelve la oposición entre el intelectual –americano– y aquel sobre el que se pretende pensar, cuando ambos pertenecen a una realidad pluricultural. Qué pasa con el hombre cuando se desgarra entre dos culturas, si intenta no provocar respuestas sino recibir la humanidad del “informante”. Reconocer que allí hay un inconveniente sería ya superar el modelo del imperio, porque comunicarse con el otro implicaría una reflexión a partir de la propia falta, sobre aquella parte que permanece negada (Kusch, 2000a). Recuperar lo negado es recuperar la potencialidad del pensamiento americano, y esto es una apuesta al futuro. Mientras se redescubre lo popular, asoman formas inéditas que surgen de la “amplitud milagrosa de ser hombre”, al tiempo que se descubre que el diálogo es, ante todo, un problema de interculturalidad (Kusch, 2000a, pp. 246-251).

Kusch se planteará la capacidad de recuperar para el pensamiento una conciencia mítica que es constitutiva de la conciencia en general. En segundo lugar, ligado a esto, comprender la colonización –y la modernidad en general– en tanto fenómeno que ha privado al hombre de advertir lo natural del mundo, al tiempo que lo poblaba de entes. Para Kusch, todo el quehacer histórico de la invasión española y la implantación liberal criolla posterior, consistió en la instalación de entes (cuestión que analiza y que sostiene desde América profunda en adelante).

Kusch asume desde el pensamiento popular una propuesta para un pensar: desarrollar un pensamiento filosófico a partir de lo popular. Sumirse en el pensamiento popular supone asumir una tradición elaborada en medio de la cual el intelectual anda cotidianamente. Significa compartir no solo gestos y lenguaje, sino también el sentido que hace a todos, y por eso contiene también una potencialidad filosófica como un principio ordenador de sentido. Solo desde allí surgiría una filosofía dinámica que busque constantemente el sentido de lo que nos rodea. Hace énfasis en hacer visible lo invisibilizado y revelar lo que ha sido negado por los discursos dominantes.

La búsqueda de un pensamiento popular responde a la necesidad de rescatar un estilo de pensar propio que nos permita poder comprender el sentido de la vida del americano (hombres y mujeres) y poder recobrar, entonces, “una conciencia de unidad entre estas hondas contradicciones que en América nos desgarran en lo político, en lo cultural y en la vida cotidiana” (Kusch, 2007b: 273).                                                 

Sostiene que en esta parte del mundo se dan dos formas de pensar distintas y, en apariencia, contradictorias: una que es propia del habitante de la ciudad y otra que es propia de los descendientes de pueblos originarios, de comunidades populares, a la primera de estas formas la denomina pensamiento causal, mientras que a la segunda la llama pensamiento seminal (Kusch, 2007b). Para Kusch “la distinción entre un pensar causal y otro que no lo es ha de vincularse con la polaridad similar que existe en la conciencia entre inteligencia y afectividad.” (Kusch, 2007b: 473).

En otras palabras, esta forma de pensar hace visible una razón hegemónica aferrada a la intelección y a la voluntad, una razón que despersonaliza a la ciencia y se aferra al mito de la solución. Es un pensar que nos ofrece una visión orgánica de la realidad; una visión en la que el objeto forma parte de la totalidad del mundo y el sujeto no busca soluciones frente a los problemas que pudieran surgirles, sino que busca, con una fe intensa, la salvación en la trascendencia.

En palabras de Kusch, “el pensar seminal es un pensar que personaliza al mundo y destaca la globalidad de éste, porque enfrenta el desgarramiento original entre lo favorable y lo desfavorable y requiere obsesivamente la unidad llevada por un afán de salvación.” (Kusch, 2007b: 481)

Para Kusch tanto el pensar seminal como el causal, son extremos y también formas necesarias para comprender la totalidad de la realidad de América. Por tanto, el pensamiento seminal no es en absoluto un pensamiento irracional en la medida que lo afectivo no anula la racionalidad sino que la trasciende, la razón se une armónicamente con el corazón. 

Por otra parte, cuando Kusch sostiene que “un pensar seminal no se puede dar si no es en términos de contemplación y de espera” (Kusch, 2007b: 482) no está diciendo que el andino es un sujeto inmóvil, incapaz de valerse por sí mismo, un sujeto que sólo espera pasivamente aquello que la divina providencia quiera darle. Si bien es un ser profundamente religioso, que jamás olvida agradecer la constante protección de la divinidad, un ser que tras su experiencia con lo sagrado lo ha establecido como fundante de la existencia, tienen una conducta ritual (que por ello no puede ser estática). Tras esa contemplación y espera de la que nos habla Kusch hay un profundo esfuerzo intelectual, un profundo movimiento interior en el cual se germina el pensar.

Es ahí cuando ese germinar interior se manifiesta mediante un ánimo que induce a perder el miedo, a arriesgarse, a asumir un desafío. Por eso, nuestra tarea principal es animarnos a pensar lo propio. Pero al pensar nos divide nuestro interior personal y nuestro exterior social. Por eso plantea mediante geocultura, una categoría fundamental para trabajar esta especie de dualismo que se genera; y que actúa a modo de un cruce, de una intersección, dirá Kusch, donde coinciden pensamiento, cultura y suelo. (Kusch, 2007).

El intelectual, debe animarse a ser considerado inculto y bárbaro para dejar de ser “sujeto cultural sin cultura”. La ausencia de ese ánimo, posibilita la aparición del miedo, como un estructurante que da cuenta que “en el fondo todo es falso”. Ese pensar latinoamericano debe reconocer al pensamiento popular no como elemento exótico sino como elemento constitutivo de su cultura. Para él la actividad cultural es la única que no deriva en cosas, sino en creaciones ya que la creación cultural se remite, además de ser una experiencia colectiva a una relación con el contexto. (Kusch, 2007b)

El concepto de cultura

 En su libro “Geocultura del hombre americano” hay dos capítulos claves, “Tecnología y cultura” y “Cultura como entidad”. En ellos el autor le asigna cualidades que permiten comprender qué es la cultura y romper con la identificación dominante de cultura = civilización.

Cultura es un todo orgánico, un domicilio en el cual se habita, un lugar que imprime carácter porque tiene estilo propio. Cultura es fundamentalmente una actitud que se construye y depende de las decisiones que un pueblo tome, depende de la estrategia que sus gobernantes y el pueblo convengan en función de una mejora de la vida.

Así dice que la cultura se prolonga más allá de la piel de los sujetos, en sus costumbres, en sus instituciones, en sus utensilios. En este sentido es una totalidad, implica una ubicación, un domicilio, pertenece a una comunidad y presenta aspectos peculiares que hace que cada cultura se diferencie.

No es una totalidad rígida, es un organismo, una entidad vital, que comprende una estrategia para vivir. En este sentido se identifica con la política., “Una producción literaria, un ritual mágico o una máquina son formas de estrategia para habitar el mundo”. El modo de ser de una cultura no se comprende totalmente a nivel consciente. Hay un margen de irracionalidad. Porque si:

• “Si se discute sobre tecnología sin subordinarla a la cultura, se podría pensar como una forma de imperialismo, porque la tecnología tal como la aceptamos pertenece a otra cultura y no la nuestra”. 

• “La cultura surge de una indigencia del existir mismo requiere una forma de encontrar sentido en el existir”.

• “La dignidad se enreda en la ética de una cultura. Para conocer esa ética habrá que tomar conciencia de las pautas culturales de esa cultura”.

La cultura supone un suelo en el que obligadamente se habita, y habitar un lugar significa Identidad. Una identidad que se construye es compleja, contradictoria, nebulosa, caótica, no simple, no homogénea ni unívoca.

“No es que no tengamos identidad lo que no tenemos son formas de pensamiento para pensarla”. “Nuestro problema americano no consiste en que nuestra realidad es indómita sino antes bien en el hecho de que no tenemos formas de pensamiento para comprenderla”

Haciendo uso de categorías clásicas toma las nociones de doxa y noesis (opinión/inteligencia) de Aristóteles y las aplica a la interpretación de nuestra realidad nacional. La doxa, que es la propia experiencia de un pueblo, su opinión que surge del vivir, es interpretada a efectos de poder comprenderla. Pero en el caso argentino muchas veces dejamos de lado nuestra experiencia y adoptamos explicaciones e interpretaciones ajenas. En otros capítulos dice Kusch que es por el miedo a ser inferior. En Europa la doxa y la noesis se fusionan, se interpreta lo propio desde lo propio. Nosotros abandonamos la experiencia y adoptamos formas de pensamiento ajenas a nuestro modo de ser.

Estamos distendidos entre polaridades opuestas, dice Kusch ya que nuestra condición es mestiza y desgarrada. Debemos reconstruir una cultura que ha sido hondamente subvertida por clases dirigentes iluministas que relegaron al pueblo a la marginalidad de lo oscuro y demoníaco. (Kusch, 2007).

En nuestra historia y en nuestra cultura ese postulado encuentra antecedentes expresados en las categorías de Sarmiento: la civilización-barbarie también llamada “la grieta”, ilustra esta dicotomía en nuestra cultura política. La grieta se da por confluencia de dos aspectos: por un lado, la pasión, que crea conflictos que considera innecesarios y nos genera fanatismos, o sea elabora una etiología de las divisiones sociales vinculada a las pasiones. Por el otro lado, se adjudica a la irracionalidad o dicho más precisamente a la “pelea irracional”, “la incapacidad de razonar”; es decir que el origen del conflicto está vinculado por un lado al exceso de pasión o por el otro con el uso insuficiente de la razón.

La cultura para este autor no es estática, es algo disponible que se hace existente cuando un sujeto la utiliza. En Geocultura del hombre americano nos dice: la cultura es sobre todo decisión. Esta se plasma en un horizonte simbólico, es decir, en la posibilidad de existir comunitariamente; vivir en un lugar y en un tiempo. Y, en tal sentido, esa decisión se limita a un suelo. Ese lugar donde es posible instalar una vida. Esa decisión es cultural en tanto afirma lo propio y se formula desde un nosotros. Los símbolos de una cultura tienen, según nuestro pensador, un «molde» que los informa y, por eso mismo, les da un carácter específico, los singulariza.

El «molde» es aquello que hace que un determinado símbolo corresponda a una cultura y no a otra. Es lo que llama «suelo», el límite inferior de la decisión cultural. Si analizamos el valor simbólico de la categoría de «suelo» advertiríamos dos sentidos fundamentales: primero, «suelo» es algo que sirve de apoyo; sobre el que podemos estar, ya sea parados, sentados, acostados o caídos, a fin de poder instalar la existencia.

El concepto de identidad:

Para Kusch, lo complejo de nuestra identidad no es sinónimo de hibridez (concepto que conecta con lo estéril), tiene pliegues identitarios que nos identifican y a los que no queremos renunciar: identidad con nuestra historia, con los símbolos patrios, con los movimientos de liberación nacional y con quienes quisieron construir nuestra propia historia. Una identidad que busca tener proyectos comunes que nos proyecta hacia adelante pero siempre volviendo al hogar, al estar. 

En relación con la Cultura Nacional:

El concepto de nacional sigue siendo un problema donde se disputan: La cultura de arriba y la cultura de abajo, encontrar el símbolo que reúna la tradición (estar) con el proyecto (ser) y encontrar esquemas de pensamiento adecuados para interpretar nuestra realidad.

La filosofía, para Kusch, es el discurso de una cultura que encuentra su sujeto. El problema en América consistiría en saber quién es ese sujeto del filosofar. A lo largo de su obra, Kusch afirma que el verdadero sujeto de la cultura es el pueblo americano, pero esta afirmación no es excluyente, sino que el filósofo puede optar por pensar con y como el pueblo aunque no sin dificultad. Depende de su decisión cultural y para ello tendrá que dejar de resistir a la presión que ejerce el pueblo no solo desde afuera, sino también desde su interior, liberándose del peso de haber asumido una cultura que no era la propia como la única posibilidad de humanizarse. En esa revaloración de lo propio radicaría la descolonización del pensamiento y esto tendría, para Kusch, consecuencias a nivel político porque: “Filosofar es programar el amanecer al cabo de la noche. Plantearse la liberación que ocurrirá seguramente al día siguiente” (Kusch, 2000c, p. 662).

Al comenzar a considerar la cosmología andina no solo como un objeto de estudio sino desde su potencial epistémico, Kusch puso su atención en el lugar de enunciación del americano y en las prácticas filosóficas en los márgenes de la civilización occidental. Como él mismo las realizó, filosofando desde los márgenes de la disciplina (lo cual le costó la marginación de su trabajo), terminó encarnando el desplazamiento del filosofar hacia el exterior del mundo moderno/colonial. Finalmente, Kusch mostró que pensar desde el seno de la colonialidad epistemológica del saber no puede ser otra cosa que un pensamiento fronterizo, sea este practicado por un amerindio o por un criollo de ascendencia alemana como él, de otro modo, la otra alternativa posible es la reproducción de un pensamiento colonizador.

CONCLUSIONES

El pensamiento de Rodolfo Kusch nos plantea que la cultura es la fortaleza simbólica donde uno se refugia para “defender la significación de su existencia”. No es solamente una acumulación de cosas, es actitud, que pensar desde la cultura occidental sin incorporar nuestras raíces históricas es pensar desde el “exterior” y donde sólo con la modernidad y la incorporación de la técnica solucionaremos todas nuestras necesidades.  

«Una cultura tiene su esencia, su razón de ser en algo que es muy profundo, y que consiste en una estrategia para vivir, que un pueblo esgrime con los signos de su cultura.  Cultura es una política para vivir”.

Sintetizando, la obra de Kusch pone el acento en un antagonismo, no sólo de clases, donde lo social liga el “ser alguien” con el pensamiento de culto, civilizado; mientras el “mero estar” está vinculado con lo campesino-indígena que se ve en la sociedad bajo la forma de lo bárbaro, este antagonismo se manifiesta en el miedo como eje del conflicto, es lo que estructura  y constituye la comunicación en nuestra América Latina.

Kusch asigna al intelectual una tarea ética: restituir su lugar a lo relegado, y para ello, será necesario vencer el miedo a ser nosotros mismos, asumir con valentía nuestra indigencia, pobreza de bienes, memoria, valores y horizonte propio.

Por otra parte, el horizonte simbólico, como margen de sentido que reúne lo sagrado y lo profano, lo pensable y lo impensable, lo misterioso y lo develado, es el lugar del pueblo. Sin horizonte simbólico no hay proyecto, y sin proyecto no hay sentido para una vida. Cuando hace referencia al suelo y al horizonte simbólico nos dice que si no tenemos donde arraigarnos ni que creer, no hay decisión posible. Sin decisión no hay sujeto cultural. Los pueblos deciden siempre, el tema es en qué condiciones lo hacen.


BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

Comentarios